Papelorio de vacación

Mientras la luna pasaba de línea a círculo yo me transformaba por dentro, nos acompañamos en el proceso y cada noche me asomaba al inmenso estrellado para ver cómo íbamos, en qué estábamos. Cambios abruptos pero sin prisa, a su tiempo, siempre constantes. 

Los días ocurrían y entre ellos -a veces con ruido y otras silenciosos- mutaban sentimientos, pensamientos, creencias, anhelos y preguntas. Como nubes de humo que empapan, empanizan todo a su alrededor para después irse y no dejar más que ganas de contemplar aquella luna que te entiende, que pasa por lo mismo y que no puede darte respuesta alguna, solo fuerza. A veces parecía que el tiempo no estaba, que yo tenía el poder de determinarlo, al subir los ojos me avisaban que eso era solo una ilusión, mi amiga luminaria me hacia notar los cambios en su forma y con eso, en la mía. 

Los polvos de café, mis sueños y algunas señales me han comunicado que estoy habitando mis profundidades, siempre acompañada aunque con su debida distancia, para este acto es necesario -percibirme- algo aislada. Admito que es acogedor estar aquí, frío no he sentido, hay fuego que me contiene aunque a veces demasiado, me voy acostumbrando sino es que ya lo estoy y no tengo interés alguno en saber la hora de salida, porque creo que no la hay, que estar aquí debería ser un constante papelorio de vacación. 

Las noches en vez de darme presagios de felicidad como hace unos días, ahora me regalan confusión, pero no tengo prisa de nada y sigo igual de abierta a los potenciales que decidan asomarse. 





























Comentarios

Entradas populares